Luis II dibujaba de niño un roquedo cercano al palacio de su padre. Con 24 años, siendo ya rey, sobre él mandó elevar Neuschwanstein, su castillo más fantasioso y del que menos pudo disfrutar.
Las obras iniciadas en 1869 duraron dos décadas, en las que a veces se trabajaba de noche con candiles. El interior se lo encargó a un escenógrafo teatral para que representara las óperas de Wagner, su protegido.
El llamado "rey loco" tenía fama de excéntrico, pero los palacios que imaginó como refugios en los bosques, montañas y lagos de su amada Baviera forman hoy en día una de las rutas más atractivas de Alemania.
Neuschwanstein se halla a 4 kilómetros de Füssen, Se aconseja acudir primero al mirador situado enfrente y apreciar su presencia casi irreal que remite a los cuentos de hadas (esta construcción inspiró el castillo de la Bella Durmiente).
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